LAS FLAUTAS ERAN DE HUESOS

Las flautas eran de huesos


Estaba la prohibición y al mismo tiempo la tentación del secreto que no les era permitido conocer desde niñas. En la profundidad de las selvas estaban escondidas las flautas que no se les permitía mirar ni tocar. Era el miedo y a la vez la atracción por el misterio oculto y quebrantarlo. Sabía que en el fondo del viejo árbol hueco había algo más que unos sonidos que atraían el baile y la bebida y quería saberlo, le asaltaba esa inquietud siempre y cada día le era muy difícil de contener.Y así lo hizo una tarde en que los hombres habían ido a cazar y nadie la vería desaparecer entre los matorrales. Llegó al gigante árbol hueco que quedaba a unos kilómetros de la maloca y subió por uno de sus gajos secos que daban entrada al fondo del tronco que era una especie de caverna. Allí estaba lo que llamaban flautas, en realidad un montón de huesos ennegrecidos como rezaba la leyenda, los restos del hijo Nacido de la fruta o el Enviado del sol, Yuruparí, que había sido sacrificado por los primeros habitantes de la tierra y al soplar a través de sus orificios producían una dulce melodía que se filtraba en cada poro de las rocas y los vegetales de la inmensa selva. Recordó entonces el porqué de la prohibición, pues mirar las flautas y ejecutar el baile le significaba la muerte a ella y a las demás mujeres que se atrevieran a verlas. En tanto que la melodía iba generando un extraño conjuro se le revelaron las palabras del Chaman a través de bocanadas de humo de tabaco que se diluían en el aire enrarecido de la penumbra. Con gran sorpresa comprendió en ese momento que no era morir al contemplar de frente los viejos instrumentos prohibidos a ellas, hacía mil años, sino algo más terrible por lo que los hombres de la selva habían luchado siempre. Era algo más. Mientras iba danzando al son de la música que salía de la flauta, tras un leve soplo de su boca, supo que en los inicios de la humanidad el portador de aquellos artefactos y ejecutor de esta danza era también poseedor del poder absoluto sobre todas las cosas del mundo.


GENESIS

GENESIS

Algo parecido a un golpe que no hiere pero que lo sacudió como una revelación en medio de los árboles  gigantes que recién brotaban como yemas vegetales en medio de un incisivo relámpago hizo que Adán se repitiera con insistencia semejante al despertar de un letargo de mil años ¿Quién soy? Y caminó por el campo invadido por el canto de millones de aves que coloreaban los arboles atardecidos. Caminó horas por entre el musgo verdoso con su justo asombro a cada aparición ante sus agrandados ojos. Vio el parto inesperado de las bestias gigantes y oyó el rugido de las fieras capaz de estremecer la frondosa manigua.       Al salir a una llanura tan amplia como el horizonte, lo cubrió una lluvia veloz e intermitente y las entrañas del mundo vibraron con el trueno. Esperó no supo cuánto. Hasta que el sol llegó a sustituir las largas goteras y el nuevo asombro de los colores del arcoíris se filtró en sus sentidos como una nueva emoción que lo hacía querer abrazar esa lejana bóveda de colores. Entonces la gran planicie se pobló de charcos color de plata con su brillo metálico. Y a todos cuantos se acercaba y estiraba sus manos, otras manos desde el fondo emergían con la misma rapidez. La imagen suya, reflejándose en el agua, sus brazos, sus piernas, su cuerpo; pero el rostro no era el suyo.  Ni lo profundo de su mirada ni la sensualidad de sus facciones podían ser su cara. Era ella, lo confirmó en el instante de un nuevo relámpago que hirió la calma de las aguas. Eva que emergía ante él al instante de verse a sí mismo.